Altas temperaturas: Todo lo que hay que saber para un manejo eficaz del estrés térmico
El correcto manejo de factores como la temperatura, humedad, ventilación y luminosidad, no solo promueve un entorno más saludable para el ave, sino que tiene un impacto directo en la eficiencia de la producción, reduciendo los costos.
Las condiciones intensivas de producción a menudo presentan desafíos adicionales, como altas densidades en los galpones, mala ventilación, aumento de temperatura y humedades relativas, como así también enteropatías que deben sortear las aves. Todos estos factores pueden contribuir al estrés térmico del lote.
Aunque las aves son homeotermos y pueden ajustar su temperatura corporal, las fluctuaciones extremas hacen que sus mecanismos de termorregulación sean menos efectivos para lograr la termoneutralidad.
Efectos de las altas temperaturas
El estrés calórico es considerado como uno de los mayores estresores en la producción intensiva de aves. Se ha comprobado que el estrés por calor afecta negativamente el bienestar y la productividad tanto en pollos de engorde como en gallinas de producción (Lara & Rostagno, 2013).
Los efectos de este estrés abarcan desde la disminución del crecimiento y la producción de huevos hasta el deterioro de la calidad de sus productos. Estos efectos son el resultado de variaciones fisiológicas que conllevan cambios en el equilibrio hormonal y una reducción en la ingesta de alimento, destinada a disminuir la producción de calor metabólico.
Se ha demostrado que incrementos en la temperatura ambiente dentro del galpón de 21 a 32.2°C provoca una caída en el consumo de alimento del 9.5% por ave/por día desde la primera semana hasta la sexta de edad en pollos de engorde (North & Bell, 1990). Yalçin et al. (2001) reportó caídas del 23% en el peso de las aves y una reducción del 15% en el consumo de alimento en pollos sometidos a altas temperaturas comparado con aquellos en condiciones óptimas.
El aumento de temperatura también influye de manera significativa en la respuesta inmune de las aves, demostrando un efecto inmunosupresor tanto en pollos de engorde como en gallinas ponedoras. En términos generales, se ha evidenciado una disminución en el peso de órganos linfoides bajo condiciones de estrés por calor (Ghazi et al., 2012) como así también una disminución en el nivel de anticuerpos circulantes totales (Bartlett & Smith, 2012).
Las elevadas temperaturas, además de ocasionar pérdidas de rendimiento, pueden provocar altas tasas de mortalidad en el sistema. Cuando la temperatura corporal de las aves alcanza aproximadamente los 47 °C, conocida como temperatura letal superior, el animal termina muriendo.
Formas de disipar el calor por las aves
La temperatura corporal de las aves adultas fluctúa en el rango de 40,5 a 41 °C. Su zona termoneutral o de confort térmico, donde la tasa metabólica se minimiza y la homeotermia se mantiene con el menor gasto energético, se ubica entre 18 y 24 °C, valores que a menudo resultan difíciles de alcanzar en muchos sistemas de producción
Cuando las aves se encuentran expuestas a temperaturas que oscilan entre 28 y 33°C, así como a elevadas humedades relativas, entran en acción diversos mecanismos destinados a disipar el calor:
- Radiación: el ave emite calor en forma de radiación hacia su entorno, siempre y cuando la temperatura del aire adyacente sea menor.
- Convección: cuando el aire se calienta al contacto con la gallina, se expande y asciende, arrastrando calorías.
- Conducción: el calor pasa directamente a otros objetos con los cuales el ave está en contacto o al aire.
- Excreción fecal
A la par de estos mecanismos, las aves también tienen cambios comportamentales frente a los aumentos de temperatura. Pasan menos tiempo caminando, son más estáticos, consumen menos alimento y aumentan la frecuencia a las fuentes de agua.
Cuando la temperatura ambiente se eleva a temperaturas cercanas a la T° corporal del ave, los mecanismos antes mencionados pierden eficacia, y entra a jugar otro:
- Evaporación: también conocida como jadeo, es el mecanismo por el cual el animal aumenta la tasa respiratoria. Este proceso de evaporación, donde el agua se convierte en vapor, requiere energía. La energía se extrae del calor del cuerpo de la gallina, lo que resulta en la pérdida de calor y, por ende, en la regulación de la temperatura corporal.
Estrategias para mermar el calor
- Restringir la disponibilidad de alimento durante el periodo más cálido del día con el propósito de disminuir la tasa metabólica de las aves, mejora la eficiencia alimentaria (Uzum et al., 2013).
Aunada a esta estrategia, se ha observado altas mortandades cuando se vuelve a re-alimentar a las aves, por lo que se deben llevar a cabo dos alimentaciones. Una dieta rica en proteínas durante las horas más frescas (ya que generan más calor metabólico vs los carbohidratos) y una dieta rica en energía durante el periodo de estrés por calor (Basilio et al.,2001).
- La provisión de dietas húmedas permite restablecer las pérdidas de agua. En el caso de los pollos de engorde, se ha observado que la alimentación húmeda mejora tanto la ingesta de alimento como el peso corporal (Moritz et al., 2001). Para gallinas ponedoras, se ha registrado un aumento en la ingesta de materia seca, el peso del huevo y la producción de huevos con la inclusión de dietas húmedas (Lin et al., 2008)
- Considerando que durante el metabolismo, las grasas generan un incremento de calor menor en comparación con las proteínas y los carbohidratos, agregar un 5% de grasa a la dieta de gallinas ponedoras sometidas a estrés por calor aumenta la ingesta de alimento en un 17% (Daghir, , 2008).
- La velocidad del aire (VA) es uno de los principales factores ambientales involucrados en la termorregulación. La ventilación de túnel, puede disminuir la temperatura efectiva que sienten las aves, siempre y cuando la Tº del aire sea baja (se vuelve nulo a partir de los 37 ºC). Una VA de 2.0 m/s en un pollo adulto proporciona una buena performance (Yahav et al., 2004).
- Inclusión de Vitaminas E, A y C. La suplementación dietética de vitamina E en gallinas ponedoras sometidas a estrés por calor mejora la producción de huevos, peso del huevo, grosor de la cáscara, gravedad específica del huevo y la unidad de Haugh. La dosis óptima para aliviar los efectos adversos del estrés crónico por calor en gallinas ponedoras es de 250 mg de vitamina E/kg de alimento (khan et al., 2011).
Conclusión:
Existen numerosos estudios que respaldan diversas técnicas destinadas a mitigar los impactos de las altas temperaturas en las aves. Subrayar la importancia de un enfoque integral en la gestión del estrés térmico se presenta como crucial para contrarrestar estos efectos en la producción avícola.
Bibliografía:
https://www.mdpi.com/2076-2615/3/2/356
https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1017/S0043933915002421
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